22 feb 2010

Davos 2010: ¿Hay que refundar el capitalismo?

En varias sesiones de la Cumbre que se ha celebrado esta semana en Davos, se ha debatido sobre los valores y principios del capitalismo. No es de extrañar este ejercicio en el contexto de la crisis más importante de nuestro sistema económico en las últimas décadas. En este artículo, vamos a resumir las principales conclusiones que se han alcanzado en Davos, así como a ampliar la reflexión sobre las cuestiones que siguen abiertas en el debate.

El futuro del capitalismo

Tras muchos años de crecimiento en los que palabras como ciclo económico, recesión o inflación habían sido casi abandonadas, la economía mundial vive uno de sus peores momentos: el Estado ha tenido que rescatar grandes entidades financieras y empresas de otros sectores; la crisis ha destruido más de 30 millones de empleos en el mundo en los últimos dos años y no hay expectativas de una recuperación rápida y enérgica que devuelva a mucha gente la esperanza de recuperar su empleo y cierto nivel de riqueza; se ha perdido la confianza del público en las empresas, especialmente, las del sector financiero, y en sus directivos; la financiación no llega a muchas pequeñas y medianas empresas, así como a consumidores solventes; etc.
Nadie discute que el capitalismo ha favorecido el desarrollo económico en todo el mundo, pero parece indudable que hay que reflexionar sobre algunos de sus resultados:
- Las diferencias de renta y riqueza se han agrandado en los países más desarrollados durante la expansión. El paro y la recesión empeorarán esta situación.
- La competencia en mercados globales ha favorecido la aparición de empresas de un tamaño tan elevado que es poco viable su quiebra. El rescate de estas empresas por los gobiernos tiene efectos perniciosos de distinto tipo: favorece que dichas empresas asuman irresponsablemente demasiados riesgos, ya que no van a responder de decisiones erróneas; abarata su financiación al percibir sus acreedores que no van a sufrir pérdidas en caso de dificultades graves de esas empresas; la competencia se distorsiona en contra de las empresas de menor tamaño; y aumenta las necesidades de financiación de los gobiernos por su apoyo financiero.
- El desarrollo de los mercados de valores ha permitido el capitalismo popular, pero ha generado algunos problemas de gobierno corporativo. Por ejemplo, un inversor significativo, pero minoritario, puede controlar una compañía cotizada aprovechándose de la inacción de muchos pequeños accionistas (en el fondo, inversores financieros) y del apoyo de algunos inversores institucionales; por otro lado, el tradicional problema de control de los gestores (agentes) por la propiedad (principal), se agudiza cuando ésta se dispersa de manera significativa, ganando posiciones los gestores.
- La obsesión de administradores y directivos por los resultados empresariales o por la evolución de la cotización de sus acciones en el corto plazo ha generado incentivos perversos en muchas empresas, llegando a poner en peligro su viabilidad a largo plazo.
- La extraordinaria innovación financiera ha generado un desarrollo espectacular del crédito bancario en muchos países, llegándose a unos niveles de endeudamiento excesivos de familias y empresas.
- Las externalidades negativas de la producción y del consumo masivo preocupan cada vez más a la opinión pública.
¿Hay que cambiar algo en la estructura y espíritu del capitalismo? Hay en marcha reformas regulatorias en algunos sectores, especialmente, en el financiero. No obstante, hay que recordar que la integridad, el juicio y la competencia son valores difíciles de legislar.
¿Nuevos valores?
En Davos se ha recurrido incluso a Shakespeare para encontrar nuevos valores para los administradores y directivos en esta nueva era de crisis y cambio. Concretamente, de su obra Enrique V, se ha destacado la importancia del análisis estratégico de la competencia; del uso inteligente de la tecnología; del establecimiento de estándares de conducta responsables y justos en las empresas y mercados, así como de mecanismos para asegurar su cumplimiento estricto, lo que tiende a generar responsabilidad, lealtad y respeto; de la capacidad de comunicación y persuasión de los líderes; etc.
En otra sesión del Foro se enfatizó que, en los tiempos de la Economía del Conocimiento, los directivos tienen que abandonar las alturas y dejar de ser los grandes decisores, para pasar a ser más “facilitadores” o directores de escena, con el objetivo de los empleados hagan el mejor uso de sus habilidades y capacidades. Asimismo, las empresas deberían romper el sistema jerárquico tradicional, haciendo responsables a los directivos ante los empleados y a éstos entre sí -las evaluaciones de los empleados por sus propios compañeros los convierten en más productivos-.

La ética en los negocios

La crisis económica actual ha puesto de manifiesto importantes lagunas en la formación de directivos de empresas. En una de las mesas redondas de Davos se ha llegado a decir que los estudiantes de Administración de Empresas tienden a graduarse con menores estándares éticos que cuando comienzan sus estudios.
En los últimos años, varias Escuelas de Negocios han entendido el reto y están desarrollando iniciativas para reforzar la ética y responsabilidad social en los programas de estudio. Esto supone ayudar a diferenciar entre lo legal y lo ético (que no siempre coincide); a predecir la insostenibilidad de mercados o empresas que conviven con la corrupción; a defender retribuciones e incentivos ligados a la evolución a largo plazo de las empresas; a incorporar otros objetivos de la gestión de los directivos, además de la consecución del máximo beneficio para los accionistas de la empresa; etc. Por supuesto, es deseable establecer un marco global para evitar conductas poco éticas de directivos y administradores de las empresas, pero el posible incumplimiento de las reglas por parte de algunos, no debe justificar el de otros.

Las retribuciones de administradores y directivos

Un reciente estudio señalaba que el 70 % de las 200 empresas con mayor capitalización en el S&P 500 Stock Index, tenían planes de cambios en sus programas de compensación de directivos.
En una de las múltiples mesas redondas celebradas estos días en Davos, se ha recordado que, en 1982, Peter Drucker comentó que ningún ejecutivo debería ganar más de 20 veces el salario de los trabajadores de la empresa. Desde ese año, dicha relación ha subido a 40 y, en bastantes casos, a 400. Los panelistas coincidieron en señalar que estos datos plantean un problema serio, máxime cuando algunas de esas empresas han pasado por graves dificultades en estos últimos años.
En Davos no ha habido conclusiones claras sobre cómo conseguir unos resultados equilibrados en este terreno. Eso sí, no se confía en soluciones legislativas fijas y prescriptivas.
Aunque todo el mundo coincide en que la retribución debe estar relacionada con los resultados de la empresa, no es fácil concretar esa relación. Primero, los “bonuses” deberían ligarse al comportamiento de la empresa en plazos mayores que en la actualidad. Esto exigiría desarrollar mecanismos que garanticen que el resultado que da origen al “bonus” se ha producido realmente.
Esta consideración del largo plazo favorecería también la permanencia e implicación de los directivos en la empresa durante más tiempo. Segundo, la retribución variable en las empresas debería encuadrarse dentro de su cultura de gestión de riesgos. No pueden mantenerse estructuras retributivas que incentiven una asunción excesiva de riesgos. Tercero, debería abonarse una mayor proporción de las retribuciones variables en forma de acciones de las empresas.
Por otro lado, parece claro que debe favorecerse la transparencia de los métodos de determinación de dicha retribución, así como un funcionamiento más eficaz y transparente de los comités de remuneraciones de las empresas.

Fuente: Expansión. Antonio Carrascosa. 02/02/2010

Enlace: http://www.expansion.com/2010/02/01/opinion/1265058525.html

Comentario:
Ha sido necesaria una crisis mundial de las magnitudes que estamos viviendo hoy en día, para que “algunos” comiencen a darse cuenta de la importancia de la ética y la responsabilidad en los negocios.

Los directivos y empresarios, no todos gracias a Dios, han basado su trabajo y sus esfuerzos en la maximización de los beneficios de sus empresas, ese es su trabajo, claro esta, pero si lo piensas detenidamente en la mayoría de los caso solo se preocupaban de los resultados a corto plazo, sin importarles las consecuencias que esas acciones tendrían para la empresa y para la sociedad a largo plazo (porque para entonces ellos ya habrían cobrado su bonus).

La Cumbre de Davos, ha tratado numerosos temas relacionados con estos problemas. Entre ellos, hay uno especialmente alarmante. Un estudio ha demostrado que los estudiantes de Administración de Empresas (futuros directivos, administrativos, empresarios, etc.) tienden a graduarse con menores estándares éticos que cuando comenzaron la carrera. Entonces, si incluso los más jóvenes no están concienciados de problemas como este, ¿Qué será de las empresas en el fututo?

Por ello, se han desarrollado iniciativas para reforzar la ética y la responsabilidad social en los programas de estudio, y para que aprendan a diferenciar entre lo ético y lo legal.

Por otro lado, la integridad, el juicio y la competencia son valores difíciles de legislar; las empresas tienen que “autorregular” estas conductas desde dentro, y tiene que ser llevado acabo por cada uno de los empleados que forme parte de la compañía, pero esto es un problema de educación más que de legislación.

Alumna: Rocío Pindado 5º A-LADEM

2 comentarios:

Prof. Dr. Javier López dijo...

Excelente noticia y muy buen comentario

Anónimo dijo...

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